Hugo Padaletti (1928 -)
¿Cómo se
lee un poema?
Por Hugo Padeletti
Pido perdón por estas tres hojitas que voy a leer.
Sé que la expresión improvisada es más vívida, aunque menos exacta, pero en
estos siete años de alejamiento de los claustros universitarios he olvidado casi
todo lo que aprendí y me cuesta extraer como de un pozo lo poco que sé. El
tiempo elástico de la escritura me ayuda a lograrlo. No voy a hacer por lo
tanto una exposición doctoral de cómo debe leerse un poema. Eso, como dije, ha
quedado atrás. Actualmente me considero sólo un poeta. Además, he hecho
ejercicios de origen budista para vaciar mi mente del exceso de conceptos, para
tenerla disponible para lo que se presente en el momento. Ustedes conocerán
probablemente la anécdota del erudito occidental que fue a visitar a un sabio
budista para preguntarle por el sentido del budismo. Mientras el monje
preparaba el té, el erudito se explayaba en la exposición de sus innumerables
conocimientos. Cuando el té estuvo listo, el monje pidió al occidental que acercara
su taza y fue vertiendo el té hasta que éste desbordó de la taza, llenó el
platillo y amenazaba con chorrear sobre el suelo. ¿Qué pasa?, preguntó el
erudito, ¿no ve usted que la taza está desbordando? Así está su mente, contestó
el sabio, ¿cómo podría entrar en ella el sentido del budismo? No sólo el
sentido del budismo requiere una mente vacia —0 vaciada sino también el sentido
de un poema.
Cuando voy a leer un poema me presento a él con la
mente libre de preconceptos. Primero hago una lectura global no analítica para
tener una primera impresión. Generalmente basta para saber si el poema es bueno
o no. Cuando éste está escrito en una lengua extranjera que no domino
completamente pero cuyas estructuras fundamentales conozco, como me ocurre con
el inglés, lo primero que observo es la construcción sintáctica; es la
armadura, el hueso del poema, su columna vertebral. Luego observo la
constelación de imágenes; ésta me da el clima del poema. Finalmente hago una
traducción, que es mi lectura de ese poema. Si éste está escrito en mi propia
lengua, el proceso es el mismo, sólo que no tengo que hacer la traducción. Si
la estructura sintáctica es coherente y animada, el poema tiene Vida. Casi
seguramente, también tiene una buena estructura sonora, porque la sintaxis
determina el fraseo, que es más allá de la métrica, el verdadero ritmo del
poema. Luego veo si la constelación de imágenes es realmente una constelación;
es decir, si es coherente, si las imágenes se apoyan y refuerzan mutuamente o
si chocan y se neutralizan. En este último caso el poema es malo. Luego trato
de Ver si hay una hilación conceptual explícita o si el . sentido está en la
constelación imaginaria y sonora.
Hay tres clases básicas de poemas: 1) los que
tienen un hilo conductor conceptual, generalmente con disminución de los
elementos imaginario y sonoro; 2) los que consisten esencialmente en imágenes,
con probable disminución de los aspectos conceptual y sonoro* 3) los que ponen
el acento en la música de las palabras: en la métrica, el ritmo, asonancias,
consonancias y disonancias, paronomasias y juegos de vocablos en general,
subordinando esto al sentido conceptual y en parte al imaginario. De más está
decir que estas tres categorías rara vez se dan puras sino combinadas. Los tres
elementos fundamentales del lenguaje: concepto, imagen y sonido pueden entrar
en combinaciones múltiples, como lo prueba la apabullante variedad de la poesía
a través de las lenguas y los siglos.
Si se trata de un poema principalmente conceptual,
los conceptos nos guían desde el principio hasta el fin, las imágenes ilustran
los conceptos y el ritmo los va articulando. Pero ojo, que un poema conceptual,
pese a su claridad, que a veces se complica en deliberada Oscuridad y
dificultad, puede ser muy poco poético. Si el poema está compuesto basicamente
de imágenes, es importante ver si hay una buena organización o simplemente una
acumulación de ellas. La acumulacion incoherente de imágenes es el recurso
favorito de los malos poetas. Si el poema es esencialmente sonoro hay que descubrir
si es significante, si no es un mero juego de vocablos. Hay un tope que este
último tipo de poesía no puede sobrepasar: la anulación del concepto y de la
imagen; si esto ocurre no hay ya lenguaje y por lo tanto tampoco poesía;
ciertas experiencias extremistas lo han probado Si el poema, como ocurre en la
mayoría de los casos, consiste en una dosificación variada de los tres
elementos constitutivos, importa ver qué papel juega cada parte en el cojunto y
saber apreciarlo.
Un problema que se plantea frecuentemente al lector
es el del hermetismo de cierta poesia. Un poema puede ser hermético porque es
incoherente, o porque tiene una articulación muy compleja de concepto, imagen o
sonido, o de los tres a la vez, o porque intentan comunicar experiencias inefables.
Está el hermetismo sintáctico de Góngora, el hermetismo por elipsis de ciertos
sonetos de Mallarmé, el hermetismo esotérico de Lubicz Milosz y el hermetismo
transparente, al menos para el que tiene siquiera una vislumbre de la
experiencia mística, de San Juan de la Cruz. Hay una clase de hermetismo que
sólo se da, creo, en la poesía con-temporánea: es el de los poetas que parecen
esforzarse intencionalmente por no decir nada: construyen una textura verbal
vacía en el Vacío En este último caso, especialmente, pero en todos los casos
hasta cierto punto, un recurso muy efectivo es el de la familiarización:
aprender de memoria el poema hasta que forme parte de nuestro propio ser.
Recuerdo una experiencia que hice cuando era
estudiante de filosofía en la Facultad de Filosofía y Humanidades de Córdoba.
La materia Metafísica consistía exclusivamente en la lectura de cuatro libros.
Uno de ellos era la Introducción a la metafísica de Heidegger. Yo era alumno
libre desde Rosario, y no contaba con la ayuda constante del prolesor, que era
excelente: nada menos que juan Adolfo Vázquez, entonces director de la
colección de filosofía de Sudamericana. Recuerdo que leí tres veces la
traducción al castellano y copie en un cuaderno las partes más difíciles sin
lograr ningún avance. Conseguí entonces una versión francesa autorizada por el
mismo Heidegger y continué mis lecturas con la avuda de un amigo filósofo que
había estudiado a Heidegger en Alemania y en alemán. Él me hizo la traducción
literal de los pasajes más significativos. Aqui hay que recordar que Heidegger
es un filósofo-poeta que se crea de cabo a rabo su propio lenguaje aprovechando
la ventaja de que el alemán, lengua aglutinante, permite formar siempre nuevas
palabras por yuxtaposición de otras o partes de otras. Después de todo este
esfuerzo, no puedo
decir que haya logrado traducir a Heidegger a un
lenguaje filosófico convencional, pero sí que la obra se abrió dentro de mi y
toda ella me resultó luminosa. Fue casi una experiencia mística
Este es el esfuerzo que nos exigen los poetas
auténticamente herméticos: que hagamos nuestra su poesía por la incansable
relectura y, algunas veces, memorización. En ciertos casos también hace falta
análisis, mformación, leer las notas del poeta y de sus exógetas y los libros
que lo incluyeron. Pero hay una clase de hermetismo que no se justifica
estéticamente; es el hermetismo por exceso de individualidad: cuando el poeta,
en vez de símbolos universales utiliza símbolos exclusivmente personales y
alusiones a sus propias experiencias privadas que no se explican en ninguna
parte. Este, además de la abundancia de material no poético, es el defecto que
hace ilegibles, salvo por fragmentos, los ‘Cantos de Ezra Pound, el más
importante ejemplo de este tipo de hermetismo. Habría que leerlo con un
diccionario explicativo, si pudiera hacerse, pero aún asi sería muy engorroso.
A mi los poemas que más me gusta leer son los
intensamente líricos y a la vez metafísicos, de forma más bien cerrada que
invita a volver sobre ella. Me cuestan los poemas narrativos y los poemas-rio,
que empiezan en cualquier lado, fluyen largamente en cualquier dirección y
terminan inesperadamente en cualquier momento, Siempre he considerado
importante como en los buenos cuentos el final del poema, un final que lo
cierra definitivamente pero que al mismo tiempo lo abre para la relectura, que
nos reenvía al primer verso, hariendonos recorrer innumerables circunferencias
en torno a un centro, circunferencias que encierran la pulpa sabrosa que no se
consume al comerla sino que cada vez tiene un sabor distinto y como
enriquecido. Estos poemas esféricos que vuelven sobre sí mismos se mueven
internamente, para decirlo con palabras de Eliot, ‘como se mueve un jarrón
chino inmóvil/perpetuamente en su inmovilidad’.
Como habrán observado, he hecho hincapié en la
lectura intuitiva del poema. Pero no ignoro que el análisis puede arrojarnos a
la boca frutos sabrosísimos. Recuerdo que hace unos diez años yo dictaba en el
Instituto Superior de MÚSICA de la Universidad Nacional de Rosario una
Integración Cultural de cuatro años que culminaba en un curso de Estética y que
comprendía un año de Poética. Empezábamos con Bécquer y terminábamos con los
Cuatro cuartetos. Recuerdo la decepción de los alumnos cuando empecé con la
lectura y análisis de “ Del salón en el ángulo obscuro…“, un poema tan fácil,
tan simple y resabido. Pero me llevó más de un mes analizar la riqueza de las
sonoridades en relación con el sentido, las correspondencias entre concepto y
concepto, imagen e imagen, concepto e imagen. Recuerdo también el asombro de
los alumnos al ver convertirse la humilde semillita de mostaza en semilla del
universo. Creo que no olvidarán en su Vida que todo poema, como el Lázaro de la
rima, necesita una voz que le diga: Levántate y anda. Lo único que no puede
hacer, desgraciadamente, la buena lectura es transformar un poema malo en un
poema bueno. Esto sólo puede hacerlo Berta Singerman (y no es una broma).
Quiero recordar, por último, que un buen poema es
una obra de arte. Que más allá de lo que el poeta dice -información, concepción
del mundo, comunicación de experiencias, ‘mensaje’, como se decía antes, el
poema es un objeto de belleza. La función de la belleza en la Vida de un individuo
y de una cultura es incomparable e irremplazable. Por eso quiero terminar
recordando los versos del Endymion de Keats: ‘A thing of beauty is a ]oy
for ever;/its loveliness increases; it will never/pass into nothingv ness/ Que
más o menos puede interpretarse: ‘Un objeto de belleza -una obra de arte- es un
gozo para siempre; su encanto se acrecienta, nunca pasará a la nada’. O, para
decirlo con palabras de una poeta contemporánea (Marianne Moore): ‘Beauty is
ever— lasting and dust is for a time-. la belleza es eterna; el polvo sólo por
un tiempo.
*leído en un encuentro de poesía realizado en
buenos aires